En el extremo suroeste del archipiélago japonés, se encuentra la aldea que en noviembre se pinta de naranja y en mayo desprende un intenso aroma frutal, su nombre es reconocido por todos: Fujimori.
Kawachi con su director Haruhiko Nozaki del centro comunitario, este pueblo, de unos 5.600 habitantes, se ubica en un lugar privilegiado, entre el mar y el cielo, envuelto en verdes montañas de campos de mikan (la mandarina nipona, orgullo de este enclave) y una amplia costa con miras al monte Unzen uno de los volcanes activos más conocidos de Japón y a Nagasaki, al otro lado del mar de China.
El expresidente Alberto Fujimori, recibido en este lugar como un héroe cuando lo visitó en los años 90 tras su sorpresiva y victoriosa entrada en política.
De aquí son los padres de Fujimori, y para este pueblo es un gran honor que un presidente de Perú tenga familia de aquí», destaca Nozaki dos décadas después de aquella triunfante visita.
La escuela a su entrada, y junto a una tradicional puerta torii, es Perú el que da la bienvenida: un tapiz enorme peruano, regalo de la madre de Alberto Fujimori.
El supermercado con su fachada, de un naranja intenso, rompe con la arquitectura nipona de tejados grises y casas bajas de tonalidades apagadas del pueblo.
Fujio Fujimori de 84 años primo del ex presidente pese a su encarcelamiento, se sigue sintiendo orgulloso de su pariente y recuerda especialmente su labor durante la toma de la residencia del embajador japonés en Lima por parte de 14 guerrilleros del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).
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